A medida que pasaron los días mis niveles
de inquietud bajaron. Empecé a "Enten-der" un poco más. Los horarios, las
canciones y las clases de yoga y meditación empezaban a tener algo de sentido. La
"buena" nos explicó como era la caminata alrededor del templo (tocar la campana,
tirar flores, caminar una vuelta casi completa como las agujas del reloj hasta las
9, volver hacia atrás e ir a tocar nuevamente las 9). Nos explicó que bajo este
templito estaba la tumba del guru que murió hace unos años mientras meditaba. Los
cánticos cada vez se hicieron mas fáciles de seguir (obvio q a la noche antes
de dormir practicábamos nuestros prefe
ridos) y de a poco empezamos a ser parte.
Empecé a relajarme más en las clases y aunque siempre con dolor de piernas y
rodillas, vi mejorías.
Cuando ya estábamos mucho mas cómodas y
empezábamos a disfrutar la experiencia, hubo un turning point en nuestra estadía
que marco un antes y un después y fue dictado por dos situaciones. Una es que
muchos de los que estaban se fueron. Algunos a seguir con sus crazy-vidas y
otros a meditar a la montaña. El segundo hecho que para mi fue clave en nuestro rol
dentro del ashram fue un impulso artístico. Mandakini y su marido que es cirujano se
acercaron una noche diciendo que estaban vendiendo remeras a 10 us. Y que con la
ganancia iban a hacer unas operaciones gratis a nenes con cáncer. Las remeras
que vendían estaban pintadas por ellos y eran bastante horribles pero sentíamos un
poquito de presión y un poquito de ganas de ayudar. Miramos todas varias veces
pero no había una que zafara y con mochilas llenas, cargar remeras
espantosas no estaba en los planes. Vi que había pinturas cerca y después de consultarlo con
canu, le pregunté a mandakini si podíamos pintar nuestras propias remeras. Dije que
queríamos ayudar y que como al día siguiente era domingo y no había actividades,
nos parecía lindo hacerlo como actividad. Con los ojos iluminados, me dijo
que si. Al día siguiente, pintamos nuestras remeras y todos nos sonreían. Creo que ahí
pasamos a ser las populares del ashram. Mandakini nos amaba. El marido que
jamás antes me dirigió la palabra se intereso en mi vida, en saber de donde
venía y que hacia. Ni te cuento cuando esa noche nos pusimos las remeras.... (Que eran
tan horribles como las que habían hecho ellos) sonrisas, elogios y más.
Cuando nuestro grado de popularidad llegaba
a su máximo esplendor, llegó gente nueva que nos vio a nosotras como "las
viejas, las que saben ". Nos preguntaban cosas y esperaban nuestro pie para empezar
las canciones. Pasar de ser "las nuevas" a ser "las que
entienden" es un cambio tan perceptible que fue imposible no notarlo. Mandakini elogió la rapidez con la
que aprendimos los cánticos, mataji nos sonreía al pasar y seguíamos las clases
como si las hubiéramos tomado toda la vida. Empezaba a entender el estilo de vida y de
a poco a disfrutarlo.
Fue difícil irnos. Empezamos a querer este
lugar y a su gente, a su paz y al ganga y claro, a pushti. Ellos tampoco querían
que nos fuéramos, me di cuenta. Pero como todo,tiene un fin. Nos despedimos con la
intención de volver algún día. Aprendí muchísimo. Miento si digo que logre
meditar o que el estilo de vida yogi o las creencias me convencieron del todo. Definitivamente
tomo cosas que espero aplicar a mi vida cotidiana y creo que es algo por lo que todos
deberían pasar. Una de las cosas que espero aplicar es la
limpieza yoguense de la nariz. Me compre el cacharro y todo. Ustedes sabían que
si inclinas la cabeza hacia un lado y vertes agua